
La arquitectura es un viaje, lleno de colores, texturas, olores, memorias, y sentimientos, en fin, abarca todas las sensaciones posibles. Pero también es un viaje en el tiempo, que nos permite pasearnos por distintas culturas, percepciones y significados. Mi experiencia en la arquitectura siempre ha estado ligada a viajes y cambios. Soy venezolana, hija de inmigrantes, viví en caracas hasta los 13 años, cuando me enviaron a estudiar en Jamaica un año. Ese fue el primer gran cambio de mi vida, donde comencé a comprender las diferencias culturales. Al terminar el colegio decido estudiar arquitectura en Caracas. En el segundo año de carrera suspendo mis actividades académica y me voy a vivir 5 meses en Paris, donde a pesar de mis anteriores visitas a esta ciudad, este es el momento donde realmente aprecio todo lo que me rodea en cuanto a historia, arte y arquitectura. Comienzo a entender los contrastes y la evolución de las ciudades europeas, y esto me ayuda a comprender mucho más las problemática latinoamericanas. El semestre siguiente retomo mis actividades académicas, con otra visión y aprovechando mejor los recursos, pero siempre pensando en el próximo viaje. Un año después me voy a vivir a Miami, donde cambia totalmente mi perspectiva de vida. La experiencia de vivir en Miami no es la más enriquecedora en cuanto a diseño arquitectónico, pero si en cuanto a proporción, y lo más importante, te queda claro que estás en el lugar donde todo es posible. Después de vivir durante un año y medio en Miami, me mudo a Puerto Rico. Durante 6 meses viví en el Viejo San Juan, donde el bombardero sensorial es constante, donde se fusionan las culturas españolas, americanas y caribeñas, donde la gente vive por la música. Finalmente terminé viviendo en Bogotá, y regresando a la universidad, pero esta vez con una visión más global y menos caprichosa del sentido de la arquitectura. Pero siempre pensando en el próximo viaje.